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Jordi Díez y la magia de la soldadura

Cuando tenía 18 años, Jordi Díez compró su primera antorcha de soldadura para arreglar los alambres de una escultura de arcilla que cayó al suelo. Lo que empezó como un desafortunado percance se convirtió en pura pasión por el acero, que hoy lo convierte en un artista de la soldadura de renombre internacional.

¿Qué tienen en común París, Barcelona, Malta y Ámsterdam? No solo son metrópolis europeas, sino también escenarios de las obras de arte de Díez. En ellas, se funden la fuerza humana y el acero inoxidable, la especialidad del escultor español. «Me gusta pensar que no retrato la piel de un ser humano, sino el fuego interno que lo anima, su alma«, explica Díez.

Nuevas posibilidades a través de la soldadura

Jordi Díez vive en Centelles, un reducto rural próximo a Barcelona. Basta una rápida visita a su estudio para reconocer su marcado estilo, que se basa en el uso de pocos materiales para soldar estructuras huecas que aprisionan el aire. Pero ¿cuál fue su inspiración? «El arte muere cuando se comienza a declamar, a alardear. Quizás ahí nació mi necesidad de no expresarlo todo en mis obras. Hay que saber ignorar«, explica Díez acerca de los atrevidos huecos que deja en sus esculturas.

El dinamismo de sus figuras surge de la integración deliberada de espacios vacíos

Para ello, trabaja deliberadamente con los espacios vacíos del interior de sus esculturas. Esto no solo hace que sus obras sean más sostenibles al consumir menos materias primas, sino que también le permite capturar el aire y el espacio en sus formas, sin sacrificar detalle alguno.

Esta técnica supone un gran reto: «Empecé a prestar más atención a la presencia del interior de la obra, que empezó a ganar protagonismo. Como consecuencia mi obra se aligeró, se hizo más etérea, ganó en irrealidad».

¿Y cuál es el proceso de soldadura favorito de Díez? ¡TIG!

La pasión de Díez por el metal es el resultado de un proceso de eliminación. Al principio, no se sintió inmediatamente atraído por este material. No fue hasta que empezó a cobrar conciencia de su potencial expresivo que despertó su pasión. Como escultor de formación clásica, ha trabajado con diversos materiales, como piedra, madera, arcilla, bronce y plástico.

A los 18 años tuvo un percance. Una escultura de arcilla se le cayó al suelo y los alambres de su estructura se rompieron. Entonces compró su primera antorcha de soldadura. Este fue un punto de inflexión en su carrera artística, ya que despertó en él la necesidad de salir de su zona de confort. «Fue algo así como cambiar de planeta: todo era nuevo, todo estaba por descubrir«.

Jordi Díez posa junto a su sistema de soldadura favorito: Fronius iWave Pro

Durante décadas, Díez trabajó con electrodos de soldadura en monumentos como el Abate Marchena de Utrera, en Sevilla. Pero entonces descubrió el proceso MIG/MAG, una técnica que considera más eficiente. ¿Su proceso de soldadura favorito? Para Jordi Díez, la soldadura TIG es el proceso más complejo que da los resultados más bellos, así como el más divertido en su proceso creativo.

Colaboración con Fronius España

Díez recibe apoyo de Fronius para crear sus obras. El artista, que siempre se había mostrado entusiasmado con los productos Fronius, decidió proponer una colaboración. Poco tiempo después, habló con David Torres, Director Regional de Ventas de Fronius España, quien le visitó en su taller e inmediatamente se enamoró de su arte. «Este apoyo a mi arte ha sido uno de los acontecimientos más importantes de mi carrera«, afirma orgulloso el español.

La soldadura como tarea ancestral del ser humano

Para Díez, la soldadura y el arte tienen algo en común: la inspiración. Aunque la soldadura está relacionada con la tecnología, también es una cuestión de destreza. «La mano humana es capaz, si la mente que la dirige está inspirada, de llevar a cabo pequeños matices de movimiento que se reflejan en un acento de una línea de un dibujo o en la torsión exacta de una varilla para conseguir la curva perfecta«, explica el artista.

Cree firmemente que la artesanía, como la soldadura, es un oficio ancestral mediante el cual el ser humano transforma la materia para crear objetos que necesita, como el arte.

Un espejo que refleja lo que le rodea

Para él, el acero inoxidable es especialmente único. Su ausencia de color lo convierte en un espejo de lo que le rodea. «Puede ser de oro en una puesta de sol, o de hielo en un amanecer invernal. Es flexible, ligero, de la manera que lo trabajo. Con una fuerza estructural única y una resistencia a la corrosión excepcional, siempre y cuando se respeten sus leyes«, afirma entusiasmado.

Jordi Díez solo suelda acero inoxidable

Sin embargo, el acero requiere una elevada destreza manual. Un ejemplo que demuestra la gran atención que presta Díez a los detalles es que fabrica sus propias herramientas para evitar contaminar el acero. «En mi taller no entra hierro ni acero al carbono«, subraya Jordi Díez con firmeza.

De pequeñas figuras de acero a esculturas de gran tamaño

El ser humano es el eje principal de su trabajo, un tema inabarcable que lo encierra todo. A través de sus estudios anatómicos, logra un equilibrio perfecto entre precisión técnica y expresión emocional. Cada escultura refleja no solo la forma humana, sino también la esencia intangible de la vida. Sus mayores inspiraciones son los grandes maestros de la escultura clásica, como Praxíteles, Fidias y, sobre todo, Miguel Ángel.

Miguel Ángel es la fuente de inspiración de sus esculturas

«Siempre comienzo dibujando. Un dibujo rápido puede definir todo el contenido de una escultura monumental compleja«, describe Díez su planteamiento. Si se trata de un proyecto de tamaño natural, Jordi Díez también hace un estudio previo en arcilla o escayola. A veces también un boceto de pequeño formato en acero.

«Una obra se abandona».

Las grandes esculturas comienzan con un esqueleto básico que determina el movimiento y las proporciones. A continuación, Díez utiliza varillas de acero y fragmentos de chapa para formar elementos, que une cuidadosamente al armazón inicial. Cuando se trata de proyectos más pequeños, suele trabajar directamente con la antorcha.

El proceso de soldadura siempre tiene un significado emocional especial para el escultor. «El primer cordón siempre es excitante. Todo es ímpetu y promesas, aparte del miedo a fracasar, que siempre está«, cuenta Díez también sobre sus temores. Considera el momento en que la obra está casi terminada un acto simbólico: «Una obra no se acaba: se abandona«. A continuación, disfruta una breve pausa antes de comenzar un nuevo proyecto y vuelta a empezar.

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Encontrarás más artículos sobre el arte de la soldura en nuestro blog. También hemos trabajado Cédric Surmin y Andrea Stahl, entre otros.

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